El sol picaba en el mercado de Pere Garau de Palma, los colores se salían de sus formas y la visión quedaba atrapada en el rosa de un poncho o en el verde de las espinacas, como si alguien se hubiese pasado con los niveles de brillo y contraste en Photoshop.
En esta furia de color compré por la vista, cargué con flores, tomates extra rojo y verdura que nunca antes me había atrevido a cocinar, confirmando así que los días de luz recargan tanto las pilas como la nevera.